La ambición es una de las grandes fuentes de motivación que podemos tener. Haciendo una cita célebre de Salvador Dalí romperemos el hielo para empezar el tema. “A la edad de seis, quería ser cocinero. A los siete quería ser Napoleón. Desde entonces mi ambición ha crecido sin cesar.”
Y es que la ambición nos permite apuntar alto, desear ser más y ser mejores de lo que somos actualmente. La ambición no es algo únicamente material, no solo se desea una casa mejor, un coche más rápido o un sueldo mensual más alto. La ambición es un desafio que nos ponemos a nosotros mismos y que nos impulsa a llegar a una versión mejorada de nosotros mismos. A su manera, la ambición es la pasión que nos mueve a alcanzar un objetivo que ansiamos conseguir.
La ambición no es contraria a la humildad.
En ocasiones parece que las palabras humildad y ambición son incompatibles. Nada más lejos de la realidad, la ambición es el deseo constante y firme de conseguir un objetivo, una meta, un anhelo. Es echar de menos algo que aún no tienes.
Esto no es incompatible con la humildad, alguien humilde sencillamente es aquella persona que busca sentirse superior a los demás. Puede estar orgulloso de sí mismo pero no por ello querer quedar por encima del resto de la gente. Por lo tanto,alguien ambicioso puede ser humilde.
Son cosas perfectamente compatibles entre sí. Se puede tener ambición, querer conseguir algo, y al mismo tiempo ser humilde sin pretender alardear de ser mejor que cualquiera. La ambición te permite llegar más lejos, más alto de lo que estabas tú antes de decidir que querias alcanzar aquello que ambicionas, no por encima de los demás.
Aunque halla personas que lo olviden, la ambición no es prepotencia.
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